En comida excelente a precios consistentemente bajos, Moliendo Café no puede ser vencido
Por Larry Schunk
Al haber comido varias ocasiones en Moliendo Café, siento la confianza de llamarlo uno de los consistentemente mejores restaurantes en Cuenca. También puedo decir que tiene de los precios más bajos en la ciudad.
Moliendo empieza sirviendo su almuerzo por 2:50 al mediodía y no es una mala idea estar ahí cuando se abren las puertas. Alrededor de las 12:45 – 1 p.m., usualmente se verá una considerable cantidad de gente parada en la acera, esperando para entrar.
El almuerzo incluye su elección de cerdo, res o pollo – con pescado agregado los viernes – junto con arroz blanco, una ensalada, vegetales y una banana como postre.
Sin embargo, el menú de Moliendo es mucho más amplio que solo el menú con precios fijos de almuerzos.
Hay una impresionante de platos colombianos para elegir, dado que sirven desayunos y meriendas en adición a los almuerzos.
El plato más caro, a $7, es la “bandeja paisa”, una generosa porción de salchicha, carne molida y cerdo frito, acompañado con un huevo, arroz blanco y aguacate.
Otro muy buen plato es el “bistec a la criolla”, un filete con una arepa (pan plano de maíz proveniente de la cocina colombiana y venezolana, similar a la “pupusa” salvadoreña) y queso, dos huevos y jugo, por $6.50. Por el mismo precio, también se encontrará el “lomo montañero”, un filete que viene con papas fritas y una ensalada. Muchas otras ofertas caen en un rango de precios de $4.50 hasta $5.50.
Recientemente cuatro de nosotros tuvimos una cena sustancial en Moliendo, agregando un par de Pilsener grandes, el gran total gastado fue de tan solo $27.50.
J
Javier Muñoz es el agraciado dueño y anfitrión, junto a su esposa Jannet Echeverría, quienes trabajan duro para hacer que todos sus clientes se sientan cómodos y miren que la comida es enviada apropiadamente y con una gran sonrisa.
Una advertencia: Debido a su popularidad, Moliendo usualmente se encuentra repleto y no es normal para Javier pedir a parejas sentadas en mesas para varias personas que ocupen una solo para dos –Un pedido razonable, aunque tal vez inusual, en etiqueta de restaurantes, considerando que esto permite a más personas sentarse y disfrutar de una buena comida-. La grande clientela, por cierto, es una mezcla de “expats”, cuencanos, y un gran contingente de jóvenes mochileros europeos y norteamericanos.
Si disfrutó de su comida, asegúrese de sonar la campana, justo dentro de la puerta principal, en su vía a la salida. Es una originalidad de Moliendo y funciona como un sonante “muchas gracias” para Javier y su equipo.
Como dije al inicio, Moliendo no decepcionará por consistencia; el lugar ha explotado ese atributo. Es siempre bueno y garantizo que siempre se saldrá con la barriga llena, aún después del almuerzo de $2.50.